lunes, mayo 23, 2005

Mi verdadero Yo

Con el fin del siglo XIX Gustav Mahler llega a su madurez como compositor. Su entorno es un mundo que se desmorona. Son los últimos años del Imperio Austro-húngaro, presto a icinerarse en la hoguera de la Gran Guerra. El lujo y el esplendor de la Viena imperial apenas ocultan la carcoma del régimen. La opresión —política, pero sobre todo cultural— se cierne sobre todas las mentes. Y sin embargo, en este clima asfixiante florece uno de los movimientos artísticos más fértiles del siglo: la secesión vienesa.


El mismo año en el que Mahler es nombrado director de la Ópera de Viena —1897—, un numeroso grupo de artistas funda el «Vereinigung bildender Kunstler Oesterreich», más conocido como «Secesión». Con Gustav Klimt como presidente y portavoz, el grupo pretende dar a conocer al público las nuevas tendencias artísticas (impresionismo, expresionismo, art noveau) que la academia oficial (la «Kunstlerhaus») se negaba a admitir en sus exposiciones. A través de la revista del movimiento «Ver Sacrum», el grupo ejercerá una enorme influencia en el desarrollo del Arte del Siglo XX. Este influjo se hará notar también en los compositores austríacos. Como director de la ópera, Mahler colaborará a menudo con los artistas plásticos de la secesión a la hora de diseñar figurines y escenarios. La poesía de sus contemporáneos (Dehmel, Altenberg, etc.) y el pensamiento de Wedekind tendrá reflejo en el espíritu de los textos escogidos por Mahler, aunque nunca pusiese en música a ninguno de ellos.

La música de Mahler, con su yuxtaposición de elementos mundanos —incluso banales— junto a otros de la mayor pureza espiritual tiene sus paralelos con la pintura de los maestros de la Secesión, especialmente con los óleos de Klimt; con su recargada ornamentación perfilando siluetas que reflejan la más pura y sencilla emoción. Este trabajo en dos niveles será una constante de la música de Gustav Mahler, incapaz de separar lo absurdo de la existencia de su amor por ella. Este amor por la vida —personificado en Alma Mahler— llega en ocasiones al hedonismo, como en el «Abschied» (Adiós) de «La canción de la Tierra».

Los sentimientos paradójicos de Mahler hacia la vida —que el propio Freud tuvo oportunidad de estudiar— adquieren su expresión más perfecta en una de las siete canciones sobre poemas de Friedrich Rückert compuestas en 1901. Los terribles sucesos que trastornarían sus últimos años (infidelidad de Alma, muerte de su hija, cese de su puesto en la Ópera) todavía no se habían producido. La histeria y la neurosis quedan lejos, por tanto. Lo que sí queda es la esencia de Mahler, un resumen de todo lo que le preocupó siempre: la muerte, el exilio, la belleza. En sus propias palabras: "Aquí se encuentra mi verdadero yo".

La letra de la canción es tan breve que bien podemos citarla por completo:


Ich bin der Welt abhanden gekommen

Ich bin der Welt abhanden gekommen,
Mit der ich sonst viele Zeit verdorben,
Sie hat so lange nichts von mir vernommen,
Sie mag wohl glauben, ich sei gestorben!
Es ist mir auch gar nichts daran gelegen,
Ob sie mich für gestorben hält,
Ich kann auch gar nichts sagen dagegen,
Denn wirklich bin ich gestorben der Welt.
Ich bin gestorben dem Weltgetümmel,
Und ruh’ in einem stillen Gebiet!
Ich leb’ allein in meinem Himmel,
In meinem Lieben, in meinem Lied!


Estoy perdido para el mundo

Estoy perdido para el mundo
con el que solía perder tanto tiempo,
no ha oído nada de mí desde hace tanto
¡Que puede muy bien creer que estoy muerto!
No tiene importancia para mí
Si me cree muerto
No puedo negarlo,
porque en verdad estoy muerto para el mundo
Estoy muerto para el ruido mundano
¡Descanso en un reino de calma!
¡Vivo a solas en mi paraíso
En mi amor y en mi canción!


La calidad casi artesanal del texto de Rückert no guarda ninguna relación con la excelsa música que Mahler compuso para ella. Mahler, incapaz de caer en lo prosaico (como seguidor de Freud, veía símbolos dondequiera que mirase), eleva esta canción a un terreno insospechado por Rückert. La oposición entre el mundo exterior y mundo interior que expresa el poema se transfigura en una profunda reflexión sobre el destino último del hombre. Como a menudo en Mahler, los presagios de una muerte temida pero deseada rodean la frágil belleza del mundo, que tan sólo un instante podemos gozar.

1 Comments:

Blogger Elías Cañete said...

Nota discográfica

Esta canción ha sido grabada innumerables veces. Destacamos la versión de referencia: Janet Baker, Barbirolli y la orquesta Philarmonia para EMI, serie media dedicada a las más importantes grabaciones de la casa. También en EMI, pero en su línea más barata (Seraphim), Christa Ludwig ofrece interpretaciones de altura. Naturalmente, casi cada mezzo especializada en lied (y algunas nada duchas en este campo) han grabado esta canción: de Ann Sofie von Otter a Kathleen Ferrier.

6:10 p. m.  

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